Hola… vivo en el norte de Bali. Estoy interesado en alojarte porque necesito alguien que me ayude a mostrar mi aldea al mundo. Vení y quedate en mi casa, puedo ofrecerte todo lo que tengo
El mensaje de Made me tomó por sorpresa aunque él solo estaba respondiendo a mi publicación en Couchsurfing. Es más, yo esperaba con ansias una invitación así, pero cuando llegó me costó creer que fuera real. Entré a su perfil y aunque estaba bastante incompleto y con una sola referencia, algo me decía que era una buena idea ir a visitarlo. Y no me equivoqué.

Sábado – 4 días para Galungan
Siguiendo la norma que parece regir por estas tierras, la casa de Made está dividida en tres. Una estructura para los cuartos, otra para la cocina y una tercera para el baño. Todo es muy precario, de madera u hormigón, y casi que hace más frío adentro que afuera.
En el mismo terreno está la casa de sus padres, y allí vamos porque está el fuego prendido. Los únicos que hablan inglés son mi anfitrión y Warnadi, su hermano menor. La madre está sentada en el banco cortando hojas de palmera en finas y largas tiras. Con ellas arman las katupat: unas cajitas del tamaño de un puño que llegado el momento se llenarán de arroz. Son una de las tantas ofrendas que se preparan para Galungan.
Esta es una de las festividades más importantes para los balineses y ocurre cada 210 días, ya que su calendario consiste en seis meses de 35 días cada uno. Básicamente celebra la creación del universo, con el triunfo del bien sobre el mal.
Le encargan a Wirra, la hija mayor de Made, que me enseñe a armar una katupat. La fina hoja de cocotero baila entre sus dedos formado aros que se enlazan con cada vuelta de muñeca. Wirra completa la tarea en poco más de un minuto con naturalidad de veterana, a pesar que solo tiene 10 años.

Domingo – 3 días para Galungan
Cae la tarde y Made me invita a la casa de un amigo que cumple años. ¿Cómo es una fiesta balinesa? Ocho hombres sentados alrededor de una mesa, cada uno con su paquete de cigarros, y en el centro una botella de plástico con un líquido que parece agua. Pero no, es Arak: una bebida con 40% de concentración alcohólica y de fabricación casera.
Desde la cocina se escuchan voces de mujeres. Cuando el frío y el estado alcohólico de mis compañeros de fiesta llegan a niveles insoportables, me acerco para ver cómo es la parte femenina de la celebración. El fuego sigue prendido, pero ya nadie cocina: están las tres sentadas en una cama sin colchón armando ofrendas para Galungan. También hay un hombre hincado junto al fuego, que con cada sorbo de Arak se le ensancha un centímetro la sonrisa.
—¿Querés probar hacer? —me pregunta señalando a las mujeres y artesanales ofrendas.
—Ya intenté ayer, las manualidades no son lo mío. ¿Vos sabes?
—Sí, sí… claro —me contesta riéndose.
—¿Y por qué no las ayudas?
Él y la única de las tres mujeres que habla inglés, largan la carcajada y repiten casi en coro:
—¡Es trabajo de mujeres!
Acompaño con la risa, pero sé que es momento de hacer la pregunta, tal vez retórica, que confirme la conciencia que tienen sobre el tema.
—Entonces… ¿los hombres toman, fuman y juegan mientras las mujeres trabajan?
—Sí, así funciona —me contesta ella entre risas.

Lunes – 2 días para Galungan
Aprovecho que Made hoy tiene un trekking con turistas y me voy a visitar el pueblo. Llegar a la calle principal no es fácil, son aproximadamente 2 kilómetros de la más cruel subida. Sin embargo, casi siempre surge una solución que no estaba en los planes. Sari, la vecina de Made, aparece con su moto cual salvación divina. Aunque no habla nada de inglés, algunos gestos y varias sonrisas mediante hicieron la comunicación muy sencilla: a los 10 minutos ya estábamos en la cima.
Me habían dicho que no valía la pena subir porque en el pueblo no había nada para hacer. En parte es verdad, salvo algunos negocios y restoranes sospechosos hay poca cosa. Pero la vista al lago Buyan es simplemente maravillosa. Me quedo un rato ahí, mirando la nada, hasta que descubro los Penjors: postes de bambú decorados con hojas de palmera que cada familia coloca en la puerta de su casa. La parte encorvada simboliza la montaña y con las hojas se representa al dragón que va subiendo lentamente. A diferencia de todas las ofrendas de Galungan, armar los Penjors es tarea de hombres.

Martes – 1 día para Galungan
Los hijos de Made en general me despiertan alrededor de las 7 de la mañana, pero hoy fui yo la que puso el despertador temprano. En un ratito, en la casa de Sari, van a carnear dos chanchos. Cada una de las 25 familias que apuntaron su nombre en la lista, se llevarán 10 kilos de cerdo para preparar los platos típicos de Galungan, como son el sate, babi guiling o lauar.
Llegamos un poquito tarde porque la primera víctima ya está tirada en el centro de patio. La prenden fuego para rascar la piel y poder sacarle los pelos. Mientras tanto, otro grupo de hombres va preparando al segundo chancho. Está atado de pies y manos a un palo de bambú y cada tanto se sacude con timidez, casi por compromiso: parece asumir con resignación el inevitable destino.

La primera vez que vi carnear un animal tenía 6 o 7 años: un cordero en el campo de mi abuelo. Todavía tengo la imagen del pobre bicho colgado de las patas traseras en el momento que la cabeza cayó súbitamente en el balde negro que estaba debajo. Se me entreveran los gritos y movimientos espasmódicos de aquel cordero, con la tranquilidad de este cerdo que llevan entre cinco hombres a la plataforma donde morirá.
Es un trabajo en equipo y cada uno cumple su rol. El que está sentado encima no para de fumar y sonreír, como si estuviera en la playa o mirando la televisión. El dueño de casa cincha de la cuerda atada al hocico para hacer más accesible la yugular mientras otro sostiene el latón debajo de la cabeza. Con todos en posición, el especialista clava la cuchilla en el cuello y todo se termina. Gritó bastante menos de lo que esperaba y antes de darme cuenta ya lo llevan al centro del patio para el próximo paso.

Más allá de estar de acuerdo o no con estas prácticas, hay un sentido de la comunidad especialmente fuerte. Sobre hojas de palmera de ofician de alfombra, empieza la distribución. Cada una de las partes del primer cerdo es dividida en 10 trozos iguales y los paquetes equitativos van tomando forma. Todo el mundo recibe la misma cantidad de costilla, riñón, pata y todas las otras partes. Hasta se hacen bolsitas con sangre, nada se desperdicia y todos trabajan en el proceso.
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Para leer la segunda parte de esta historia hace click acá.
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¿Seguís con ganas de ver como son las ceremonias en Bali? Mirá como fue mi (torpe) primera experiencia en este link.
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