Llegamos a las 10 de la mañana pero hacía rato habían empezado a cocinar. En el patio del restorán familiar de Cucao había un particular montículo de tierra, pero no le presté atención hasta que uno de los chicos me lo señaló.

– Ahí se está cocinando, es un pozo grande que se prende fuego y se tiran piedras. Cuando las piedras tienen suficiente calor se pone toda la comida, envuelta en hojas de nalca, y se tapa con tierra.
Las horas pasaban y el hambre crecía, pero intuía que la espera iba a valer la pena. Cerca de las dos de la tarde nos llaman a todos los comensales, que matábamos el tiempo mirando la vida pasar desde la sombra de los árboles. Era hora de destapar el curanto y con solo tres palas a disposición se me ocurre usar las manos: la tierra y las hojas habían alcanzado una temperatura que no imaginaba. No me caracterizo por tener ideas brillantes.

Cuando habíamos destapado casi todo, las cocineras comenzaron a servir los platos: mariscos, carne de vaca, cerdo y pollo, papas y algo más que no reconozco. Seremos cerca de 20 personas en el restorán y nos vamos ubicando en mesas compartidas. El gusto a tierra acompaña los primeros bocados, después el paladar se va acostumbrando.

Uno de los miembros más jóvenes de la familia local, toma la guitarra y empieza a acariciar las cuerdas mientras los demás seguimos descubriendo los sabores en nuestro plato. Al principio me costó reconocer la canción, la conocía a través de un cover de la banda española Reincidentes en una versión bastante distinta a la original chilena.
Hace mucho tiempo que yo vivo preguntándome
Para que la tierra es tan redonda y una sola nomás.
Los acordes pasan y casi todos paramos de comer. Algunos cierran los ojos, otros reparten sonrisas cómplices con sus compañeros. Todos cantamos.
Si vivimos todos separados
Para qué son el cielo y el mar
Para qué es el sol que nos alumbra
Si no nos queremos ni mirar
Por un momento pensé en sacar el celular y filmar la escena, pero preferí seguir conectada con el momento. Miro para los costados y me da la sensación que los demás pensaron lo mismo que yo.
Para qué vivir tan separados
Si la tierra nos quiere juntar
Si este mundo es uno y para todos
Todos juntos vamos a vivir
Y ahí estamos todos: juntos, mirándonos, conectados, sintiendo. Aquello que comenzó como un almuerzo un tanto pintoresco en la isla de Chiloé, terminó en un ritual cargado de sentimiento y armonía. No sé si fue la comida más rica que probé en mi vida, probablemente no, pero sí de las más especiales.

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