Viajar sola no es estar sola, a menos que así lo desees. A mi me ha permitido flexibilizar los planes y proyectar caminos con gente amiga, descubriendo nuevas formas de vincularme y aprendiendo del camino a cada paso y decisión tomada. Ya que aparecen a lo largo y ancho de este blog, aquí va una breve descripción de estas hermosas personas que me acompañaron en esta nueva forma de vida.

Vittorio – Nueva Zelanda y Australia

Vitto no teniendo palabras para explicar su felicidad con el Monte Cook de fondo.

Con Vitto nos conocimos hace 10 años, preparando lo que fue mi primer viaje de todos: la adorada Cuba. Tras años de amistad y complicidad, nos encontramos en Nueva Zelanda en enero de 2018. Vitto estaba en un recreo entre sus dos años de Work & Holiday de Australia y para mi era la puerta de entrada a Oceanía, antes de meterme a trabajar en tierra de canguros. Alquilamos un auto que se transformó en nuestra casa y durante un mes recorrimos las dos islas con un placer que nos desbordaba.

En Australia coincidimos algunas semanas en Sidney, pero los devenires laborales separaron nuestros caminos. A mediados de julio me harté de un trabajo que no me hacía bien y nos encontramos en Byron Bay, el balneario más famoso de la costa este donde pasamos unos días juntos para separarnos definitivamente.

Clara – Samoa, Fiyi y Australia

Clara super estresada en Manono, una isla bastante pequeña que está en Samoa.

Cuando teníamos 10 u 11 años hacíamos deporte juntas en el Club Bohemios, pero ni cerca imaginábamos que en un futuro íbamos a hacer tremendo viaje codo a codo. La vida nos llevó por caminos diferentes y durante 15 años ni nos vimos las caras, a pesar de vivir en el mismo barrio y movernos en los mismos círculos. En Australia nos reencontramos por tener una amiga en común y coincidimos una semana antes de que ella se volviera a Uruguay de visita.

Era la última noche de Clara en Australia y estábamos tomando una cerveza en un bar de Bondi Beach con otra amiga.

—Gurisas, tengo ganas de ir a Samoa… y tal vez a Fiyi también. ¿Quieren venir?

La propuesta era tan delirante como seria. En ese mismo momento armé un grupo de Whatsapp para darles manija y alimentar la locura de ir a una isla perdida de la polinesia. Finalmente, la tercera pata de esta anécdota quedó por el camino, y nos encontramos con Clarita el 14 de agosto de 2018 en la húmeda Apia, capital de Samoa. Con los miedos lógicos de tirarme a la aventura con alguien que apenas conocía, había algo que me daba confianza y durante un mes recorrimos Samoa y algunos rincones de Fiyi.

Con Clari haciendo dedo en Samoa

Las dos volveríamos a Australia a trabajar, y si bien yo ni quería pensar en eso, Clara se empezó a mover desde Fiyi para conseguir algún trabajo que le permitiera ahorrar y seguir con sus proyectos. El destino, la suerte o lo que fuere, terminaron en que gracias a su insistencia consiguió trabajo para las dos en una estación de servicio en Dingo, casi que el medio de la nada.

Este viaje experimental de un mes por paraísos como Samoa o Fiyi, terminaron en una convivencia extrema en el desierto australiano durante cuatro meses. Justamente en su compañía estuvo la clave para sobrevivir tanto tiempo en un lugar donde el principal atractivo era ver pasar el tren que llevaba y traía carga de la mina de carbón.

Mercedes – Sudeste Asiático

Las playas son su debilidad

Nació en Formosa, Argentina, pero le gusta decir que es cordobesa. Nos conocimos en el 2011 porque trabajábamos en instituciones amigas a ambos lados del Río de la Plata y todos los años se organizaban encuentros de los espacios de adolescentes. En 2014 me sorprendió con un mensaje en Facebook de que se iba a vivir a Uruguay y lentamente nos fuimos convirtiendo en grandes amigas.

Después del primer año trabajando en Australia volví a Uruguay de visita. Mer andaba con unos mambos personales y la invité a viajar conmigo. Con nada para perder y muchísimo por ganar, aceptó mi invitación y nos encontramos en Kuala Lumpur el 14 de agosto de 2019.

Primero recorrimos Malasia a dedo, después fuimos a hacer housesitting a Singapur y de ahí volamos a Tailandia. No sabemos cuánto tiempo seguiremos viajando juntas ni cuáles sellos adornarán nuestros pasaportes, pero por ahora disfrutamos de la otra y nos elegimos para compartir esta aventura.