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Category: Asia/Brunéi/Guías prácticas

Tierra de sultanes: ¡Bienvenida a Brunéi!

Posted On July 9, 2019December 16, 2019 By admin

Antes de empezar a planificar el viaje por el Sudeste Asiático no sabía ni de la existencia de Brunéi. Fue a través de otros blogs que empecé a descubrir este pequeño sultanato ubicado en la isla de Borneo. Con solo 400 mil habitantes, es un oasis en el desierto del caos asiático. Llegué unos días […]

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Ahora estoy en:

¡ Vanuatu !

Después de casi cuatro años sin salir de Australia termino mi ciclo en oceanía en un país que hace años quería visitar. Cascadas, montañas, selva, volcanes y muchísimo contacto con locales.

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Franca Levin | 🇺🇾🌏
Leer, nadar, tomar mate, escribir, tirarme al sol, Leer, nadar, tomar mate, escribir, tirarme al sol, volver a Eduardo Sacheri o a Dolores Reyes o a Guadalupe Nettel, contar barquitos bajo el lienzo del atardecer. Tres libros en cuatro días, decenas de páginas escritas en el cuaderno, cientos de archivos en la GoPro con peces de colores y arrecifes como castillos submarinos. También vine a Vanuatu a buscar esto. 

En viajes tan intensos, con desgaste psíquico, emocional y físico, es necesario saber cuando parar la pelota y darle al cuerpo lo que pide. Encontré en la isla de Pele el refugio ideal para eso, volver a mi eje, alimentar la Franca más introspectiva y llenarla de energía para la última semana de un viaje increíble. 

Gracias Pele, te ganaste un lugar en mi 💚

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Un hombre casado y con hijxs por un lado, una muje Un hombre casado y con hijxs por un lado, una mujer casada y con hijxs por otro. La historia no sorprende a nadie, ya sea por experiencia cercana o por consumo de telenovelas de la tarde. Lo distinto, de alguna manera, es la resolución. 
 
En la isla de Pele, pegada a Efate, dónde se encuentra la capital de Vanuatu, viven 300 personas. Algunos viajan a la isla principal para trabajar, otros viven del turismo que llega a cuenta gotas salvo en junio y julio. No hay kioskos ni restoranes ni electricidad ni médicos ni juzgados. Hay gurises pescando con una cuerda enrollada a una botella, huertas inmensas, perros mimosos, mujeres cocinando y un jefe de la comunidad que pone orden en tiempos de bardo.  
 
El romance prohibido entre J y F no es un asunto privado, sino que toda la isla participa de la resolución. Así caí en la ceremonia de castigo a los “culpables” y reconciliación entre las familias afectadas. Paquetes con kilos de arroz, azúcar, verduras, alfombras tradicionales, sobres con dinero y hasta chanchos atados de las patas hicieron gala de pago por el crimen. Esto, según palabras del jefe Mark, es para llevar paz y unidad a las familias y dar el asunto por terminado. 
 
Sin vestimentas tradicionales, souvenirs para los turistas o cantos de bienvenida, es la ceremonia más real que viví en Vanuatu. Entre las palabras de inglés que se camuflan y algo de Bislama que ya entiendo, de los discursos puedo sacar algunas palabras clave: familia, paz, unidad, castigo, no hablar más y kastom: el sistema de valores y normas que rige la vida común desde terminada la era de guerras tribales y canibalismo. 
 
Repartidos los paquetes, secadas las lágrimas y apretadas las manos solo falta una cosa: almuerzo compartido de celebración. Y sí, la uruguaya colada también liga ración. 

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Afuera está casi oscureciendo, así que le digo a Afuera está casi oscureciendo, así que le digo a las mujeres que salgo a caminar. Bah, les de hago una mímica con los dedos que yo asumo internacional, pero andá a saber que entienden. De todas maneras, cuando estoy afuera veo que las dos chicas me siguen los pasos. Una arranca unas flores violetas del camino, encierra los pétalos en el puño, saca el tallo y sopla por el orificio como si estuviera inflando un globo para después reventarlo con los dedos. Parece sencillo así que lo intento, pero solo logro babearme la mano y que a ellas les duela la panza de tanto reírse. 
 
A la tercera vez que una escupe contra los árboles, me paro en seco con algo parecido a una idea. Dibujo una línea delante de mis pies, junto toda la saliva que tengo en la boca y apunto el escupitajo lo más lejos que los músculos de la boca me lo permitan. Una vez aterrizado el gargajo doy tres zancadas contándolas con los dedos y las miro arqueando las cejas. Hay algo que sentís en el cuerpo cuando el otro te entiende, es como un resorte que se activa de entusiasmo y sale disparado a cumplir con el objetivo. Cuando no hay idioma ni cultura ni nada que haga de puente más que el lenguaje corporal, esos espasmos de entendimiento vienen acompañados por un goce particular. Eso siento cuando van corriendo a la línea que tracé en el suelo y rápidamente dejan en claro su superioridad en el rubro.
 
Seguimos caminando hasta ver un grupo de diez niñes entre 3 y 8 años. Juegan a algo que parece la escondida o la mancha, y apenas nos ven corren a nuestro encuentro. Sin tiempo de acomodarme, estoy rodeada por un círculo de botijas que me llegan al ombligo. Algunos me sonríen, otros me miran con desconfianza. Pongo la cara más seria que puedo impostar y los miro hasta que alguno revienta en carcajada. Otra vez el goce de entendimiento, ahora acompañado por palmas y saltitos. Cambio la dinámica y los señalo de a uno: vos, serio, tiempo, carcajada. Y seguimos hasta que aparece Kami por atrás dándome a entender que la cena está lista. Intento saludarlos, “mam” parece que es chau, pero la botijada me sigue como si estuviera bajo su custodia.
A media tarde se va el último grupo de turistas y A media tarde se va el último grupo de turistas y la aldea se relaja. Algunos se quedan con sus ropas tradicionales, otros manotean una remera para refugiarse de la lluvia fresca. Desde la choza que me habían indicado como cocina sale humo: es mi oportunidad. 

Se entra por una abertura que no llega hasta el suelo. La explicación no necesita subtítulos: es para que no entren los chanchos que andan libres por el predio. Dentro hay algunas lonas, tres espacios para fogón y algunas ollas contra un rincón. Una mujer que está colocando papas y taros en el fuego me mira y le sonrío. Le señalo la lona y me señalo a mi. Sonríe y extiende la palma: “ponete cómoda nena”. 

Además de las señoras hay dos chicas de 12 años. Conocen los números en inglés así que todas mis preguntas en dígalo con mímica apuntan a respuestas numéricas. Una de las nenas se levanta a limpiar un coco, se sienta en un banquito con un cuchillo clavado en el borde y empieza a presionar el coco contra el filo. En un plato de metal colocan un taro blandito y el coco rallado, ahí tenes la cena. 

Entre bocado y bocado empiezo una dinámica que entienden enseguida. Señalo algo y las miro, me dicen una palabra y yo la repito. Así aprendo que al coco le dicen nap y al perro kurri. La nena señala otro de los vegetales en el fuego y me mira, “boniato” le respondo. “Boniato” repite, y nos reímos todas. 

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Una niña golpea sistemáticamente un palo contra Una niña golpea sistemáticamente un palo contra un bambú al costado del predio. Él único miembro de la aldea que habla inglés y oficia de traductor confirma mi suposición: es el llamado de que hay turistas asomando las cabezas. Como si no existiera la medición del tiempo -o a nadie le importara- las mujeres se acercan desde distintas direcciones al reducido grupo de tres turistas y despliegan numerosas lonas con idénticas artesanías bajo la expectativa de recibir algún billete. Sus caras no demuestren entusiasmo ni adulación ni alguna otra emoción fácilmente distinguible salvo, tal vez, aburrimiento. Los hombres, mientras tanto, se van sentando bajo el árbol Banyan a unos 100 metros de distancia, no participan de las transacciones ni se acercan a dialogar. 

Apenas la mujer finlandesa paga por un collar de piedritas, nos indican donde sentarnos y el grupo de seis hombres entre 7 y 90 años comienza a caminar en fila hacia el centro del predio formando un pequeño círculo que se alienta entre palmas, zapateos y cantos indistinguibles. Las niñas y mujeres abandonan las posiciones comerciales y empiezan a correr y saltar alrededor del círculo masculino. Las adultas van serias, mirando al suelo y agarrándose las tetas como si corrieran riesgo de caerse y partirse en mil pedazos, las niñas corren sonrientes agarradas de las manos; y las que están tocando las puertas de la pubertad parecen acordarse por momentos de los senos incipientes, aunque la esencia infantil parece no abandonarlas todavía. 
 
Son tres canciones y se termina el show. Los hombres forman una fila para estrechar manos con los turistas mientras las mujeres vuelven a sus lonas para enrollarlas, retirarse a sus ranchos hasta que el próximo turista vuelva a pisar la aldea y el ritual se repita con idéntico guion. 
 
Esta vez, en lugar de subir a la camioneta de regreso al pueblo de Lenakel tras los 20 minutos de visita promedio, pedí para quedarme a dormir. Pero eso se los cuento mañana.  

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Carta a mi yo del futuro en un día de mierda:   Carta a mi yo del futuro en un día de mierda:
 
Hola Fran, 
 
Imagino que te sentís perdida, sola y que todas las decisiones por delante te ahogan. No vengo a consolarte ni a intentar buscarle una salida a la situación. Mi tarea, en cambio, es conectarte con algo que solo vos podés acceder. 
 
Vengo a traer a tu presente unos cuantos momentos de la felicidad más plena que sentiste. No es fácil saber lo que te hace feliz, pero vos conocés la receta de memoria y aun así te sorprende cada vez que sale bien.
 
Sos feliz en la naturaleza más salvaje: el rugido de un volcán, la corriente de un río que te hamaca cual bebé en la mecedora, caminando por la selva o nadando entre peces de colores. Sos feliz comunicándote por señas, probando comida que nunca viste en tu vida, riéndote a carcajadas con gurises que al minuto ya te agarran la mano. Sos feliz durmiendo con el mar de fondo, los grillos de la selva o un río golpeando en las rocas. Sos feliz compartiendo lo que vivís, demostrando que feministas no son solo las que marchan un 8M, que tres tipos pueden acercarse con la única misión de preguntarte si estás bien y que encontraste el país con más sonrisas del mundo. Y también sos feliz contagiando tu propia felicidad, que rompa la pantalla y llegue del otro lado. 
 
Quiero que sepas, además, que estoy orgullosa de vos. Que te la hayas jugado por lo que soñaste, que arriesgues cuando lo amerite y te cuides cuando lo necesitás. Porque aprendiste a escuchar lo que te pide el cuerpo y el corazón, a encontrar el balance entre la aventura y la bajada a tierra. Espero que ahí, desde ese futuro de mierda, el viaje por Vanuatu sea uno más entre miles increíbles. Pero sobre todo espero que no hayas perdido la capacidad de fascinarte con cada cosa que te pase. No des por sentada la sonrisa, aunque parezcan infinitas cuesta un montón llegar a la genuina. Sabemos que hace poco se me pasó la vida por la cara cuando podía haber perdido la mano o el brazo entero, y tal vez por eso ahora cada momento de felicidad vale triple. 
 
La tormenta pasará pero la mochila va a estar ahí, esperándote para cuando estés lista y sigas coleccionando sonrisas por el mundo.
 
Tu yo feliz en Vanuatu.
¿A qué juegan les niñes en Vanuatu? A lo que ju ¿A qué juegan les niñes en Vanuatu? A lo que jugaría cualquiera con una playa así en el fondo de la casa
Va 200 metros adelante mío, pero sé que en algú Va 200 metros adelante mío, pero sé que en algún momento la voy a alcanzar. No porque yo camine demasiado rápido, sino porque se para a hablar con cualquiera que se cruza en el camino. De lejos es una escena que se repite a lo largo y ancho del planeta: la señora retacona, con sombrero y su bolsito cruzado que grita desde la calle a unos vecinos que se resguardan del sol bajo un árbol prehistórico. 
 
—¿A dónde vas amiga? ¿A la playa?
—Ehh, sí… supongo que sí —respondo entre titubeos porque ni siquiera yo sabía a dónde iba cuando empecé a caminar
—Yo también, así que vamos juntas charlando. 
 
Jocelyn tira tres o cuatro máximas por minuto y cobran todos: el gobierno por ineficaz, los hombres por vagos, el patriarcado por injusto, los colonizadores ingleses y franceses por haber derramado tanta sangre, los chinos por venir a mejorar las rutas y no hacer un carajo. Cuando le hago una pregunta que requiere cierta profundidad detiene su paso, cierra los ojos y separa levemente los brazos del cuerpo. No sé si busca las respuestas en el más allá o intenta recuperar el aliento para volver al ataque verborrágico. 
 
Habla tres idiomas y dos dialectos, fue la primera mujer en Tanna en meterse a discutir con los jefes de aldea, milita por la participación de mujeres en el parlamento, tiene hijos en Australia y amigos por todo el mundo, abre las puertas de su casa y su aldea a quién tenga ganas de conocer y yo no fui la excepción. 
 
Antes me sorprendía de encontrar personajes como Jocelyn: mujeres empoderadas luchando por un mundo más igualitario desde las islas más remotas del mundo. Hoy la sorpresa dio paso a una certeza aún más fuerte: el feminismo no es un fenómeno cultural de época ni restringido a regiones hegemónicas.  

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¿Como se siente subir al cráter de un volcán er ¿Como se siente subir al cráter de un volcán erupcionando? 

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Franca Levin

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