En enero de 2020 estaba haciendo un viaje en moto por el norte de Tailandia cuando me topé, de casualidad, con una aldea en pleno festejo religioso. ¿Qué hacer cuando te invitan a una fiesta pero no conocés a nadie, sos la única extranjera, no hablás el idioma y no estás del todo segura de las reglas? En este Manual de instrucciones, te dejo el paso a paso para saber cómo actuar en una situación así.
1- Recorré caminos secundarios en busca de una aldea con banderines de colores
Alquilá una moto en Chiang Rai sin preocuparte por el registro para conducir o la pobre experiencia dominando el birrodado, pero dejá un billete a mano por si te paran en un puesto de control. Evitá las rutas principales y perdete por caminos secundarios atravesando un salpicón de aldeas rurales. En esta zona del norte tailandés, que parece metida a prepo entre Myanmar y Laos, predominan las montañas, caminos rústicos y chozas al costado de la ruta. En los valles vas a encontrar aldeas un poco más desarrolladas, con escuelas, templos y casas de hormigón. Buscá alguna con largos banderines de colores flameando desde los postes de luz. Si ves familias reunidas en los patios, comiendo como si se acabara el mundo y tomando cerveza con hielo, frená: estás en el lugar correcto.
Acercate a una casa y preguntá de qué va tanto festejo. Ante la ausencia de una lengua común, vas a tener que decodificar señas para comprender que al día siguiente es la inauguración del nuevo templo. O tal vez entiendas que los visita el Rey, que es el regreso triunfal de un hijo pródigo o que se oficiará la primera boda transexual: todo depende de qué tan lejos quiera volar tu imaginación. No importa, lo fundamental es lograr que te inviten a dormir. Si es necesario acudí al siempre rentable recurso de la lástima mochilera: “Me encantaría ver la ceremonia, pero no tengo donde dormir”o “yo me arreglo con un pedacito de pasto para poner la carpa”.
2- Andá temprano al templo y decí a todo que sí
Después de desayunar mate con pollo frito, arroz y una proteína que mejor no preguntes de dónde viene, salí caminando hacia el templo. Te van a mirar como un estudiante de secundaria la primera vez que se enfrenta a una ecuación logarítmica: “¿Y este marciano de qué excursión se cayó?”. Vos respondé a todo con una sonrisa y, si tenés ganas de que se transformen en tu sombra, agregale una reverencia diciendo “sabaidiiii”. Quedate un rato en la “i” final, con tono agudo y cantado.
Vas a ver grupos de mujeres bailando con vestidos de satén o tejidos de colores, obras de teatro con chistes de los que nadie se ríe, un dúo recitando poemas durante horas, monjes niños y ancianos, regalos al templo en forma de sillas, mesas o estatuas de Buda acompañados de varios billetes y hasta alguna veterana rodando escaleras abajo por tropezarse con la pollera. Focalizá la atención en una cosa a la vez para no abrumarte y aceptá cualquier invitación que te hagan.
Encandilate con el templo blanco y brillante. Rodealo e inspeccioná cada uno de los detalles: espejitos del tamaño de una uña formando un mosaico de dragón, arabescos y flores cubriendo toda la superficie, la estructura triangular dividida en tres sectores que se encastran uno dentro de otro, como si fuera una adaptación arquitectónica de la matryoshka rusa, o el techo a dos aguas con tres picos plateados y uno dorado haciéndole cosquillas al cielo.
Acercate a los puestos de comida y ni se te ocurra preguntar el precio: ¡todo será gratis! Tomá sopa de noodles con ají y pollo, helado de mango sin gusto a mango, donas verdes, naranjas o rosadas con el mismo relleno, pollo frito, jugo de coco, piel de cerdo convertida en chizito, jugolín radioactivo y mucha agua.
3- Salí a dar una vuelta siguiendo el retumbar de un tambor lejano
Aprovechá la pausa del mediodía y salí a caminar por el pueblo. Vas a escuchar música lejana: ¡seguila! El golpeteo del tambor te va a guiar a una casa llena de gente donde te van a recibir con abrazos, sonrisas anchas, cerveza con hielo y todas las sobras de comida que puedan juntar. Aprendé su forma de bailar: las caderas balanceándose en cámara lenta con los pies estacados en el suelo y las manos cosiendo en el aire con agujas invisibles al ritmo de lonjas y chapas desafinadas.
Respirá su felicidad y hacela tuya. Puede que no entiendas una palabra de tailandés, ni sepas exactamente el trasfondo de sus rituales o que ni siquiera aceptes que regalen tanto dinero al templo siendo de las regiones más pobres de Tailandia. Sin embargo, no vas a necesitar traductor ni traicionar tus creencias para entender la felicidad de esa gente y dejar que un poco de su magia te pase por el cuerpo.
4- Desfilá con el pueblo y date un baño de buenos augurios
A las dos de la tarde será la procesión de ofrendas al templo y vas a acompañar a la familia que te alojó la noche anterior. Ellos irán en su camioneta cargando un Buda dorado, en tamaño real y rodeado de lo que parecerán arreglos de flores artificiales. Al acercarte vas a descubrir que en realidad serán cientos de billetes, predominando el tono rosado de los de100 bat, suficiente para comprar casi 5 kg de arroz y máximo en la moneda tailandesa.
Vos vas a ir en moto al costado de ellos y por el camino te van a ofrecer bebidas con porcentaje salcohólicos disparatados sin mediar palabra. Aceptá el pequeño vasito comunitario, cerrá los ojos, incliná la cabeza hacia atrás para evitar derrames y dejá que el ron con pizcas de anís y menos calidad que un preservativo de celofán te queme las entrañas. Cuanto más exagerada sea tu cara de asco, más satisfechos se quedarán los cantineros itinerantes.
De regreso al templo vas a ver muchas señoras colocándose a ambos lados de la entrada con vasijas llenas de caramelos, monedas y flores. Podés preguntar para qué son, pero a menos que manejes con soltura el dialecto de la zona, difícilmente vayas a obtener una respuesta satisfactoria. Recién cuando se acerque alguna muchacha con aires de ciudad vas a entender que el contenido es para vaciarlo sobre quienes desfilen, en señal de buenos deseos al templo y sus fieles.
Delante de los vehículos va a entrar gente bailando, tocando instrumentos y revoleando botellas de distintos tamaños, colores y texturas pero con el alcohol como denominador común. Unite a la marea de felicidad y dejá que las señoras de los costados te bañen con los tesoros de sus vasijas. Eso sí, para llevarte alguno de recuerdo vas a tener que dar pelea contra el batallón de infantes dejando la vida en cada caramelo.
5- Alejate de la escena para tomar aire
Terminado el desfile de personas y camionetas con regalos al templo, la fiesta se va a empezar a ir de las manos. De repente vas a estar abrazada a cuerpos extraños y sudados, con manos zampándote botellas alcohólicas como si fueran mamaderas y bailando una mezcla de cumbia con heavy metal.
Te vas a preguntar una y otra vez si el estado de excitación es por la inauguración del templo, por tener una excusa para enfiestarse o por estar tomando de igual a igual con una turista. Cuando la cabeza ya no te deje en paz, aléjate del tumulto y mirá la escena con distancia. Una camioneta Transformer con parlantes suficientes para organizar un Cosquín Rock va a estar acoplando a todo trapo, la multitud saltarina seguirá en su propio viaje de festival adolescente y los monjes, muchos niños y adolescentes, mirarán desde las escaleras del templo el despilfarro de todo a lo que prometieron renunciar.
6- Seguí la fiesta en el parque y abandoná el barco a tiempo
Va a llegar un momento que te invitarán a retirarte del templo. A vos, a la camioneta Transformer y a todos los descerebrados que sigan bailando. El predio de enfrente estará preparado desde la noche anterior para recibir a miles de personas y no te darán los números para entender la necesidad de semejante escenario, innumerables puestos de comida, ring de Muay Thai y un espacio verde capaz de albergar diez veces la población de la aldea. Sin embargo, con el correr de las horas vas a ver cómo la cosa se va llenando hasta parecerse a los mejores festivales que hayas estado antes.
Aprendé a bailar con un grupo de mujeres trans, acercate al ring para ver por primera vez una pelea de Muay Thai, jugá al tiro al blanco con escopetas de juguete, seguí devolviendo sonrisas y repartiendo selfies. Aunque la oscuridad de la noche y los efectos del alcohol empiecen a desdibujar tu impronta turista, nunca vas a dejar de llamar la atención.
Detectá el momento para abandonar el barco antes de que se hunda por borrachos que necesiten de tu apoyo para mantenerse erguidos o peleas ya no restringidas únicamente al ring. Armá la carpa en cualquier terrenito vacío que encuentres. Nadie va a interrumpir tu sueño y, si tenés suerte, vas a amanecer con agua fría y algo para desayunar a los pies de la carpa.
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